La economía de Estados Unidos tuvo noticias de todo tipo en los últimos días.
Una de ellas cobró importancia pese a referirse a algo que pasó hace tiempo y que ya se sabía: la recesión terminó.
El Bureau Nacional de Investigación Económica, un centro de investigación de la Universidad de Cambridge, dictaminó que la recesión económica iniciada en diciembre de 2007 en Estados Unidos concluyó en junio de 2009. Es decir, duró 18 meses. Fue la recesión más larga desde la Segunda Guerra Mundial. Atrás en el ranking (aunque sólo por dos meses) quedaron las caídas en la actividad económica de 1973-1975 y de 1981-1982.
El informe no dice que el rebote que comenzó a mediados del año último es más o menos vigoroso. Sino, simplemente, que la caída en las variables económicas ligadas a la actividad dejaron de caer en ese entonces.
La explicación del Bureau sobre la tardanza en decidir el fin de la recesión se debió a que estaba esperando la publicación de las cuentas nacionales, por parte del Departamento de Comercio. Entre esas variables, figura el PIB y el INB (Ingreso Nacional Bruto). Los datos mostraron que ambos estaban 3,1% arriba, en promedio, de su nivel del segundo trimestre de 2009.
¡Aunque aún 1,3% por debajo del pico de finales de 2007! En las otras dos grandes recesiones de la posguerra, el PIB pre crisis fue superado sólo tres trimestres luego de iniciada la recuperación. La lentitud de la recuperación también se refleja en la tasa de desempleo, que sigue por encima del 9,5%. Prácticamente no bajo.
Rápido de reflejos, el presidente de EE.UU., Barack Obama, declaró que no le importaba que la recesión haya terminado, mientras tantos estadounidenses aún pasan dificultades económicas.
Además, defendió lo que ha hecho su administración. Hay elecciones dentro de poco y, como siempre ocurre, la economía jugará un rol decisivo en el voto.
La Reserva Federal
Mientras continuó la polémica por el valor del yuan (ver columna), el otro gran evento de la semana fue la publicación de lo discutido entre los popes de la política monetaria en su última reunión de agosto. Dos datos importantes surgieron allí. En primer lugar, la Reserva Federal dio un paso más en su decisión de volver a inyectar un nuevo estímulo monetario a la economía. Lo que el mercado llama “quantitative easing 2” (QE2). El banco central podría iniciar una ronda fresca de flexibilización cuantitativa para comprar instrumentos financieros públicos y privados (bonos, hipotecas, acciones, etcétera) y, en definitiva, estimular la economía y bajar las tasas de interés de largo plazo. Al menos, eso intentará.
En segundo lugar, también manifestó que la inflación sigue cayendo, incluso por debajo de los niveles que la Fed considera aceptables para cumplir su doble mandato de estabilidad de precios y pleno empleo.
Cambios
El gurú económico de Obama y la persona que todas las mañanas le explica cómo está la economía, Larry Summers, dejará su cargo a fines de año, después de las elecciones. Así se suma al éxodo iniciado por Christina Romer, una de las ideólogas del American Recovery and Reinvestment Act, el gigantesco paquete de estímulo. Como Romer, Summers volvería a la universidad a enseñar.
Por supuesto, han empezado las especulaciones sobre quién lo sucederá y sobre cuánto poder ganará Tim Geithner, secretario del Tesoro. Si bien Obama no necesita designar a alguien con urgencia, los primeros rumores indican que podría ser alguien del sector privado. Según The Financial Times, dos nombres que suenan son Indra Nooyi, de PepsiCo y Anne Mulcahy, otrora CEO de Xerox.